San Pedro y el Blu Pass

Me morí. Fue algo repentino.

Y en un santiamén, me encuentro delante de San Pedro.

“Bienvenido”

“Gracias san Pedro. ¿Cómo estás?”

“Bastante bien, gracias. ¿Tú más bien?”

“Estoy muerto. Pero no me quejo”

“Muy bien. ¿Y tienes el Blu Pass?”

“Eh?”

“El Blu Pass, ¿lo tienes?”

“Pero yo…ehm…la verdad…tendría esto”

“¿Y qué es eso?

“El Green Pass”

“¿Green Pass? Nunca he oído hablar de eso. Necesito el Blu Pass”

“Pero San Pedro, lo siento. No sé nada sobre este Blu Pass. Allí abajo nos pedían el Green Pass”

“Y yo no sé nada de este Green Pass…”

“Pero sí, San Pedro, lo que se necesitaba para hacer todas las cosas que de otro modo no se podían hacer. ¿Es posible que Tu no lo sepas? Te vacunabas, primera dosis, segunda dosis y ya, te daban el Green Pass, y estabas libre. Incluso la Iglesia te lo pedía. Hasta para participar a las misas del Papa…”

Escucha, querido. Repito: no sé nada de este Green Pass, ni del Papa. Y no me importa. Solo quiero saber si tienes el Blu Pass. Si no lo tienes, no entras.

“San Pedro, lo siento. No lo tengo”

“¿Pero cómo? ¿Qué te enseñaron los curas? ¿Nunca te han hablado del Blu Pass, el que sirve contra los pecados, el Pass para el paraíso?”

“Ehm, no, en realidad nunca he oído hablar de eso”

“Ah, maravilloso”

“Bueno, no diría tan maravilloso”

“Y pensar que aquí nos hemos ocupado de todo. El Reglamento habla claro. Una santa confesión, arrepentimiento, contrición, el Acto de dolor, la absolución, la comunión en la boca y de rodillas, y aquí tienes el Blu Pass. El Pass para el paraíso. Y en lugar tu me cuentas de… de… ¿qué es lo que dijiste?”

“Vacuna. Primera y segunda dosis. Y luego en la iglesia teníamos que ponernos gel en las manos. Y usar máscara e intercambiarnos una mirada para darnos el signo de la paz así no nos estrechábamos la mano… Y nada de agua bendita. Y la sanificación …”

“Amigo, no entiendo ni una palabra de lo que dices. De todos modos, déjame verificar”

San Pedro toma el teléfono, un modelo avanzadísimo, y llama al arcángel Gabriel. Confabulan por un tiempo. Luego dice: “Están controlando. No entiendo por qué la Iglesia no emite el Blu Pass”

Pasan unos momentos (que parecen una eternidad), luego suena el teléfono de San Pedro (un tono de llamada como las siete trompetas del Apocalipsis).

“Dime, Gabriel. ¡Ah! ¿En serio? Uhm … ¡Pero fíjate! Entiendo… ¿Ah, sí? ¡Increíble! Bueno, es mas, mal. Gracias. Chau”

San Pedro, pensativo: “Me dicen que, de hecho, la Iglesia hace tiempo que ha dejado de preocuparse del Blu Pass. En su lugar, adhiere a la campaña de este Green Pass…”

“Te lo dije San Pedro”

“Evidentemente, ahí abajo, algo salió mal”

“Y, creo que si. ¿Pero…yo?

San Pedro está inmerso en sus pensamientos. Luego se despeja: “Oh sí… Entonces, para ti yo diría… sí, un par de siglos de purgatorio”

“¿Purgatorio? ¿Un par de siglos? Pero… pero…”

“No te preocupes. Solo te hará bien. Y además aquí dos siglos pasan en un instante”

“Pero yo… yo… ¡No es mi culpa si no tengo el Blu Pass! Nunca nadie me dijo nada”

“Pero tampoco es culpa nuestra”

“Pero… no parece correcto”

“Vamos, no hagas así. Un poco de purgatorio nunca ha matado a nadie, si me permites la broma. Y ahora discúlpame: se ha formado una cierta cola. ¡Adelante el próximo!”

Un ángel se hace cargo de mi y me pone una tarjeta amarilla al cuello.

“Ven, te llevo al purgatorio”

“Ok, gracias”

“Animo con la vida eterna, amigo. Podría haber sido peor”

“¿En qué sentido?”

“¿Lo ves a aquel? Tarjeta roja: ¿sabes lo que significa eso?

“Me temo que sí”

“Últimamente distribuimos casi exclusivamente tarjetas amarillas y rojas. Las tarjetas azules son muy raras. Se están comportando en un modo realmente extraño. Llegan todos con este coso… este Green Pass, que no sirve para nada”

“Si estuviera todavía allí abajo, daría mi vida por un Blu Pass”

“No te desanimes. No sirve de nada llorar sobre la leche derramada. Bueno, hemos llegado. Ahora te tengo que saludar. Y te deseo que alguien rece por ti, así tal vez te hacen un descuento. ¡Hasta Luego!

El ángel se va. Cruzo el umbral.

Luego me despierto. Y no sé si reír o llorar…

A.M.V.

Traduzione dall’italiano di Valentina Lazzari

Fonte: Duc in altum

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