
La figura papal ha eclipsado a Cristo y a la Iglesia. Historia y consecuencias de un proceso que viene de lejos
El conocido periodista y vaticanista Aldo Maria Valli publicó en su sitio una entrevista a Daniel Rodríguez y a Rubén Peretó Rivas, dos intelectuales estrechamente relacionados con ese blog. Los lectores habituales reconocerán que se trata de temas que hemos tratado aquí con frencuencia. Aquí dejo la traducción.
*
Aldo María Valli: La figura del papa en la era moderna ha adquirido una centralidad y una prevalencia sin precedentes en la historia. Hoy en día, la figura del papa eclipsa a la Iglesia. ¿Cuándo comenzó este fenómeno y por qué?
Daniel Rodríguez: Es muy humano el buscar la prevalencia sobre los demás. Recordemos que ya aparece en los propios Evangelios (Mt. XX, 20-28) cuando la madre de los Zebedeos pide que sus dos hijos se sentasen a ambos lados de Cristo en su reino y que dio lugar a que Jesucristo proclamase la concepción cristiana del poder como don, como servicio a los demás. De este pasaje cogió S. Gregorio Magno el célebre título de Siervo de los siervos de Dios aunándolo con la sabia tradición romana del munus o cargo público romano, que le venía de familia. El Papado es un don y un servicio a imagen de Cristo, que vino a servir y a dar su vida por muchos. Una carga y un cargo que asumía la Iglesia romana para bien de toda la Iglesia Católica.
AMV: Pero algo ocurrió, hubo un punto de inflexión. ¿De qué se trató?
DR: Creemos que el punto de inflexión fue la Reforma Gregoriana en el siglo XI. Esta reforma trajo la libertad y la independencia de la Iglesia respecto de los poderes seculares por primera vez en la historia. Sin embargo, el largo enfrentamiento con el Imperio y el aparente dominio total sobre el resto de reinos, que se apoyaron en el Pontificado para desligarse del Emperador hasta ser lo suficientemente fuertes para reclamar su propia independencia, hizo que la concepción pontificia asumiese en gran parte del marco político imperial, clavo saca clavo: un Papa-Cesar, coronado, cuyos delegados territoriales son los obispos, con un Senado de cardenales como cámara consultiva y electoral y una Curia como gobierno administrativo y legal. Este modelo siguió y, a veces se adelantó, al desarrollo de los estados modernos actuales, que copiaron en muchas ocasiones al Papado, incluida la Inquisición, origen de los tribunales penales y su método de investigación.
No es casual que uno de los puntos, el VIII, del Dictatus Papae fuese este tan significativo: Que sólo él (el Papa) puede llevar las insignias imperiales. Estamos muy lejos del Dad al Cesar lo que es del Cesar. Tampoco es casualidad que en ese mismo tiempo ocurra el Gran Cisma con Oriente, se asiente el derecho canónico pleno con el Decreto de Graciano y se suprima por primera vez un rito litúrgico de tradición apostólica como el hispano por mandato pontificio. Como se puede ver, Traditionis Custodes cuenta con un gran antecedente y antiguo además.
Rubén Peretó Rivas: Pero si avanzamos en el tiempo, podemos constatar que la Reforma Protestante y el ciclo revolucionario de 1789 a 1917 reforzaron este papel que, con el ultramontanismo se llevó a la últimas consecuencias: el Papado totalitario, el Leviathan eclesiástico, soberano absoluto de la Iglesia. Fue Francisco el que lo reveló ante el mundo y la historia con su ejercicio del papado y el que lo llevó a sus últimas consecuencias hasta toparse casi con su disolución por exceso.
Ahora, tras esta revelación la tarea de la Iglesia debería ser el devolver al Papado a lo que tenía en mente Jesucristo y a sus notas esenciales sin adherencias dañinas y asumiendo todo el pasado con ánimo crítico y constructivo. E insisto esto: el pasado no debe ser desechado u olvidado; no se trrata de destruir lo construido por nuestros antepasados, que tenía su razón de ser que debe ser respetada a pesar de los excesos, sino devolverles al lugar que les debe corresponder hoy.
AMV: Los obispos parecen ser las principales víctimas de este fenómeno. En muchos aspectos, han quedado reducidos a meros funcionarios del Papa. Pero antes no era así, ¿verdad?
RPR: No son las principales víctimas sino que lo es toda la Iglesia. El modelo papal fue reproducido a escala en cada plano de la jerarquía: los obispos en sus diócesis, los párrocos en sus iglesias, cada sacerdote con sus laicos. Es cuestión de ver con lo que ocurre en la actualidad, en plena iglesia sinodal: en muchos casos los obispos se han convertido en pequeños tiranuelos cuyas voluntades deben ser meticulosamente obedecidas. Y esta actitud tiránica incluso afectó a la espiritualidad, pues la obediencia a los mandatos del superior pasó a ser la virtud reina frente a la caridad, lo que favorece la expansión de un nuevo fariseísmo en el que estar en regla jurídicamente con los que ostentan el poder es más importante que compartir la misma fe y los mismos sacramentos.
DR: En efecto, es como en una pirámide, la de Kelsen, en la que cada escalón tiene poder total sobre su inferior y dependencia total sobre su superior, y así hasta llegar a la cima. Pero no era así al principio. Aunque se reconocía al obispo de Roma su papel y sus funciones, las demás iglesias se defendían de intrusiones injustas o exorbitadas. La concepción no era de máquina, donde prima la fuerza, sino de cuerpo armónico. Dentro de la iglesia latina, la más atacada por el mal por sus antecedentes civilizatorios romanos, tenemos muchos casos de San Cipriano a San Julián de Toledo con los concilios toledanos, o a Hincmaro de Reims, personajes todos ellos que supieron resistir con autoridad las pretensiones desorbitadas de Roma sin poner en duda la unidad de la Iglesia.
RPR: Nuestro problema es que no tenemos figuras episcopales con autoridad ni prestigio para impedir los desmanes tal y como lo hizo el retirado y débil Benedicto XVI, al cual le bastó con un folio y medio para desbaratar las pretensiones de Francisco. Me refiero, claro, a la maniobra que se había orquestado para volver opcional el celibato de los sacerdotes latinos; y esto lo acaba de reconocer en una entrevista el cardenal Walter Kasper.
AMV: La Iglesia es grande y multifacética, el Papa es un solo hombre. Sin embargo, este solo hombre se ha adueñado de toda la escena. ¿Cuáles son las consecuencias para la Iglesia y para los fieles?
DR: La principal, el olvido de Cristo como verdadera Cabeza de su Cuerpo, que es la Iglesia. Cristo es el Señor, y no el Papa. Éste es un servidor, nuestro servidor, al cual se le pedirán duras cuentas de su encomienda; el Papa no la hipóstasis del Espíritu Santo, ni la encarnación de la Iglesia, ni el Oráculo de Delfos de la Ortodoxia como mucho le conciben en la práctica.
La segunda consecuencia se deriva de esta: la fe ya no es concebida como una realidad objetiva de la verdad divina, cuya manifestación y encarnación en la historia es toda la Iglesia, sino que se adopta una concepción subjetiva de un magisterio viviente cuasi divino que fabrica la fe ad hoc. El papel de la jerarquía es el de velar por el Depósito de la Fe y el de confirmar la fe de toda la Iglesia.
La tercera consecuencia es la sustitución de los lazos de comunión y los lazos sacramentales por el legalismo y la fidelidad perruna a los líderes; fidelidad en muchos casos perinde ac cadaver. Ahora mismo, es más importante contar con los sellos y los papeles correctos que tener la misma fe y compartir los mismos sacramentos. Esto es mucho peor que lo denunciado por San Pablo: no es ya la ley mosaica, dada por los ángeles en el monte Sinaí, la que nos justifica frente a Cristo, sino el Código de Derecho Canónico, dado por un dicasterio en el monte Vaticano… La Iglesia ya no es un cuerpo solidario sino una máquina.
RPR: Yo mencionaría otras consecuencias. Y me refiero a la canibalización del papa. Roma ha canibalizado las instituciones de las iglesias locales, eliminando su autonomía práctica, y reduciendo a polvos sus costumbres y tradiciones, pasando todo a depender de la voluntad papal, que ha canibalizado Roma. Más aún, la propia figura del papa es también canibalizada por su propio titular. Hasta los gustos, devociones privadas y manías de Bergoglio o Wojtyla ya no son suyas sino del Papa, convertido en gurú de millones que le copian sin cesar. Fijémonos en Cristo; siendo él Dios y todos sus actos divinos y humanos, ni aún así los Evangelios ni la Tradición nos dicen ni una sola palabra de us gustos o costumbres. ¿Le gustaba al Salvador tal o cual plato de su Madre? No lo sabemos. ¿Cuál era su canción favorita y qué tarareaba? ¿Preferías las túnicas de lino o de lana? Nada; ni siquiera una descripción corporal. Los apóstoles nos transmitieron lo esencial: su persona y sumisión, nuestra salvación y filiación.
DR: El problema principal de esta situación es que aquello que tenía que ser el medio de manifestación, de visión de Jesucristo y de su gracia, son los que lo opacan. Las gafas que nos permiten ver a Dios curando nuestra miopía causada por el pecado, se nos ensucian y no nos permiten contemplar al Salvador.
AMV: En el proceso de «canibalización», los medios de comunicación han desempeñado un papel importante. ¿Desde cuándo? ¿Desde Juan XXIII y el Concilio, o incluso antes?
DR: Ya mucho antes. Empezó con la prensa ultramontana con los limitados medios del XIX durante el papado de Pio IX. Esto se puede ver en que las opiniones personales del Papa empiezan a contar por primera vez ante la opinión pública. Con la reclusión en el Vaticano a partir de 1870, el Papado comenzó a brillar todavía más debido a su ausencia, ya que la ausencia es ya una forma de muy fuerte de presencia, como ha visto perfectamente Paolo Sorrentino en su serie The Young Pope. Las fotos y retratos del Pontífice comenzaron a aparecer en masa en sacristías y hogares siguiendo el modelo de los jefes de estado de aquellos años, y todo facilitado por las modernas imprentas que poseían los salesianos recién fundados por San Juan Bosco, que se encargaron de que llegaran hasta el último rincón del orbe católico.
Esta intención de popularizar la figura del pontífice de Roma se potenció con la llegada del cine. En el último mes se han visto las primeras filmaciones de León XIII. Sin embargo, las dos guerras mundiales y el periodo de entreguerras paralizaron el proceso. Pero con Pio XII, poseedor de una personalidad hierática y un physique du rôl insuperable, se produjo un verdadero culto de masas, con película propagandística de sabor malaquiano incluida, y me refiero a Pastor Angelicus. Y esto continuó con sus sucesores según su carácter y carisma, llegando al culmen con Juan Pablo II, que era actor y nunca ocultó su gusto por la actuación y, además, poseía un avasallante carisma personal.
RPR: Pero hay otros factores. El peso de la historia y la tradición, rituales y vestiduras arcaicas y extrañas, todo en un marco lleno de arte y belleza inigualable, hace a la vida eclesiástica altamente sugestiva y atrayente para los medios. Lo vimos tanto en los funerales del papa Francisco como en el cónclave y primera aparición del papa León XIV: los medios del mundo entero se paralizaron y enfocaron en el Vaticano. Y el dato más significativo de todos: en los días del cónclave hubo más periodistas acreditados ante la Oficina de Prensa de la Santa Sede que los que hubo acreditados en el último mundial de fútbol en Qatar.
Por otro lado, no podemos olvidar los intentos de influir y controlar indirectamente una estructura que, a pesar de su declive, sigue pesando en el mundo y permea como ninguna otra todos los rincones mundo. Con mejor o menor acierto, los papas no se han sustraído a este juego y negociación para, a su vez, aprovecharse de los medios de comunicación pero, en esto, el Diablo casi siempre gana ya que la tentación de postrarse ante la opinión del mundo estará siempre allí.
AMV: Poner en el centro la figura del Papa, oscureciendo el resto, parece unir a las alas extremas de la Iglesia (si podemos usar una imagen política): la derecha y la izquierda. ¿Por qué en este caso los extremos se tocan?
DR: Porque parten de los mismo principios pero sacan contrarias consecuencias, o eso creen… Son como el reflejo de un espejo, la izquierda está a la derecha pero es la misma imagen, sólo que invertida. Y, sobre todo, dependen la una de la otra para existir: sin izquierda no hay derecha y viceversa. En nuestro caso se discute quien tiene la soberanía en la Iglesia, si el Papa o el conjunto de la Iglesia, el rey o la asamblea, pero todos están de acuerdo en la concepción de esa soberanía: absoluta, estatalista y sin límites prácticos.
Otro punto de tácito consenso es sobre la modernidad y su ruptura, o se acepta en bloque o se rechaza en bloque, sin embargo nadie discierne qué nos pide Dios, el Señor de la Historia, ahora. En ambos grupos se rechaza una de las dos verdades de Iglesia: que es supratemporal en su esencia pero cuyos miembros están en el tiempo.
RPR: Y hay otro factor que discutimos en el blog hace años en un artículo titulado “Sale con fritas”. Y la referencia es a la creación de paquetes que se deben comprar enteros. Si te gusta la Misa Tradicional o tienes sensibilidad litúrgica, entonces no puedes denunciar las injusticias sociales o buscar una espiritualidad más carismática. ¿Que dirían San Juan Crisóstomo, San Jerónimo o San Francisco de Asís de esto? Ellos fueron totalmente ortodoxos, totalmente celosos de la gloria de Dios en su culto y totalmente denunciadores de las injusticias de su tiempo hasta extremos que ganarían a cualquier comunista enrangé en sus denuncias contra los ricos. Se ha petrificado cada grupo en su particular paraíso e ideología: la utopía ultramontana del siglo XIX, que tanto hizo sufrir a San John Henry Newmann, a San Juan Bosco o a los católicos orientales, y la utopia modernista del XX, que todos conocemos. Ambas se necesitan como enemigo y justificación, así como los centristas para mantenerse en su utopía ambigua y tibia, aunque siempre muy a gusto con el mundo.
AMV: León XIV parece un hombre ajeno al protagonismo. ¿Será capaz de restablecer un cierto equilibrio evitando que la figura del Papa «se coma» por completo el papado y toda la Iglesia?
DR: Si el nuevo papa impone un cambio in capite et in membris, me temo que sólo será un pequeño oasis, un descanso, hasta que venga un sucesor con ganas de protagonismo o tenga la buena intención de usar los medios del mundo en la creencia de poder controlarlos. Nos hemos centrado mucho en los papas, pero también hemos de hablar del resto de la Iglesia. Muchos creíamos, ingenuamente quizás, que el pontificado de Francisco nos serviría de advertencia y enseñanza pero lo que estamos viendo con la leonmanía presente nos hace dudar mucho de ello. Aunque el propio Papa no lo quisiera, serían los demás quienes le obligarían a asumir el papel de Papa-Sol.
RPR: En mi opinión, la única solución a largo plazo es la de tomar el papel de San Juan Bautista junto al de San Pedro de forma sistemática: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y Es necesario que Él crezca y yo mengüe. Hasta que Cristo no vuelva a reinar en los corazones de su Iglesia, y esto incluye a tradicionalistas y progresistas, no se arreglará el mal.