Vive la Résistance! Anche in spagnolo

Un caro amico di Duc in altum, Francisco Bustíos Castro, ha tradotto in spagnolo il mio articolo Vive la Résistance! uscito nel blog il 6 settembre. Lo propongo qui, con un grazie a Francisco e un saluto a tutti gli amici di lingua spagnola.

A.M.V.

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En estos tiempos peligrosos, en los que la Santa Madre Iglesia Católica a menudo nos parece una madrastra, incapaz de proteger y transmitir la verdadera fe a través de la doctrina correcta, a menudo me sucede encontrar personas que me preguntan: ¿por qué alzas tu voz, por qué protestas? ¿No sabes que la Iglesia ha visto tantas cosas como ésta y también superará esta fase? ¿Por qué no te quedas tranquilo y esperas? ¿Por qué no sigues el ejemplo de tantos pastores, incluso obispos y cardenales, quienes, aunque están conscientes de los problemas, permanecen en silencio, rezan y confían en el buen Dios?

En general, respondo que una persona bautizada, como sacerdote, profeta y rey, no puede permanecer en silencio y limitarse a observar. Sería una traición a las tres funciones de Cristo en las que participamos en virtud del bautismo. Sin embargo, me doy cuenta de que, para muchos católicos, en el punto en el que estamos, recurrir al bautismo quiere decir casi nada.

Estaba buscando un nuevo tipo de respuesta cuando un querido amigo me envió una fotografía. Uno ve a un sacerdote ortodoxo (el hecho de que sea ortodoxo es incidental) que trata de bautizar a un niño pero no lo logra, porque el niño, que muestra una fuerza notable y un carácter fuera de lo común, se aferra a los bordes del tanque y no se deja sumergir. La foto, acompañada del texto “Vive la Résistance!”, quiere ser irónica, pero me hizo pensar. Me pregunté a mí mismo: ¿cuántas veces nosotros evitamos oponer resistencia, atrincherándonos detrás de la obediencia y la lealtad pero, en el fondo, somos débiles y cobardes?

Justo cuando miraba y remiraba la fotografía, me encontré con un texto de Phil Lawler que me hizo pensar más. Al explicar cómo las personas reaccionan de diferentes maneras a la crisis en la Iglesia, Lawler se refiere a un libro (Exit, Voice and Loyalty) en el que el autor (Albert O. Hirschman, 1915–2012 ) examina diferentes posibilidades y cuestiona la forma en que el nivel de pertenencia a un determinado organismo influye en el tipo de comportamiento.

Publicado en 1970, el ensayo a primera vista no tiene nada que ver con la Iglesia y con el catolicismo. De hecho, Hirschman era economista y en su libro se propuso examinar la forma en que las personas expresan su insatisfacción con las empresas, organizaciones o instituciones. Sin embargo, me parece que el esquema propuesto puede decir algo interesante incluso a un fiel de la Iglesia Católica que en este momento siente perplejidad y malestar.

Sustancialmente, escribe Hirschman, hay tres modos en los que tú puedes manifestar la insatisfacción. El primero es salir, es decir, alejarse de la institución. El segundo es mostrar lealtad aceptando la situación sin quejarse. El tercero consiste en levantar la voz y comprometerse con un cambio que elimine las causas de la insatisfacción.

Normalmente, la opción número uno (salida) es elegida por aquellos que no tienen vínculos particulares con la institución. Ejemplo: te unes a un club social porque te gusta jugar al bridge, con el tiempo descubres que el club no es para ti (miembros desagradables, mala administración) y decides irte.

La opción dos, que Hirschman define como lealtad, es elegida por aquellos que tienen vínculos particularmente fuertes con la institución. Ejemplo: te alistas en el cuerpo de Marines, el cuerpo toma ciertas iniciativas que no te gustan y nadie ha pedido tu opinión, te sientes mal pero por fidelidad y obediencia mantienes la boca cerrada.

Finalmente, existe la opción número tres (hacer que se escuche la propia voz, protestar), que generalmente es elegida por aquellos que no solo tienen fuertes lazos con la institución, sino que sienten que son parte de ella. Ejemplo: amas a tu familia, ves que alguien está haciendo algo que lastima a los demás y decides alzar la voz para denunciar lo que está mal e indicar cómo cambiar las cosas.

Ahora, ¿de qué modo estos tres enfoques se aplican a los católicos en la actual crisis de la Iglesia?

Para los católicos creyentes, salir no es una opción. ¿Dónde más pueden encontrar la Eucaristía? ¿Dónde pueden encontrar, si no es en la Santa Madre Iglesia, una comprensión segura de la Palabra de Dios? «Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tu eres el Santo de Dios».

En cuanto a la segunda opción, sabemos que generaciones de laicos católicos buenos y fieles han respondido a los problemas con laudables demostraciones de lealtad, aceptando humildemente la dirección tomada por el clero y los obispos, tragando amargamente y reprimiendo toda tentación para expresar sus propias dudas. Pero este enfoque no puede ser absoluto. La lealtad se convierte en colaboración con el mal cuando implica la aceptación de enseñanzas objetivamente incorrectas y de comportamientos inmorales. Por supuesto, siempre debemos mostrar respeto por nuestro padre, pero si el comportamiento del padre está dañando a toda la familia, tenemos la responsabilidad de proteger a nuestra madre y a todos los hermanos.

La lealtad total, observa Phil Lawler, se puede solicitar a los religiosos consagrados, que han hecho votos de obediencia, “pero para los católicos laicos, la lealtad ciega, que se convierte en aquiescencia, no es una opción”. Queda, por lo tanto, la protesta.

La reflexión de Lawler me impactó porque me di cuenta de que los católicos que enfrentan el problema de la lealtad y se preguntan cómo comportarse son cada vez más numerosos.

Todo gira en torno al concepto de lealtad. ¿Se es más leal callando o hablando? ¿Y cuál es la diferencia entre el consagrado y el laico? Para el consagrado, que ha hecho voto de obediencia, la elección de permanecer en silencio puede ser vinculante, pero el laico, también de acuerdo con el Código de Derecho Canónico, tiene el derecho y el deber de hacerse oír e interpelar a los pastores.

¿Y qué lealtad es más importante? ¿Aquella hacia quien representa a la institución o aquella hacia la institución misma? Fuera de metáfora: ¿hacia el papa o hacia la Iglesia, cuerpo místico de Cristo y comunión de los santos?

La opción de la protesta es definida así por Hirschman: “Cualquier intento de cambiar, en lugar de evadir, un estado de cosas reprobable, ya sea solicitando individualmente o colectivamente a la administración directamente responsable, o apelando a una autoridad superior con la intención de imponer un cambio en la gestión, tanto a través de diversos tipos de acciones como de protestas, incluidas las destinadas a movilizar la opinión pública “.

Me parece que con estas palabras, incluso sin saberlo, Hirschman ha fotografiado la actitud de tantos católicos que, frente a una Iglesia en la que ya no se reconocen, han decidido alzar la voz.

Claro, un buen católico debe hacer un esfuerzo enorme para salir al descubierto, protestar y explicar las razones por las que pide un “cambio en la gestión”. No está en su naturaleza. Pero hay momentos en los no se puede callar. «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la puede salar? No sirve más que para ser tirada y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; no puede permanecer oculta una ciudad situada en un monte, ni se enciende una lámpara para colocarla debajo de un celemín, sino encima del candelabro para iluminar a todos los que están en la casa». «Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos de cordero, pero por dentro son lobos rapaces».

Según Hirschman, cuanto mayor sea el nivel de lealtad, más probable es que surja la protesta. Me parece que es el momento de pensarlo. Vive la Résistance!

Aldo Maria Valli

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